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domingo, 24 de abril de 2011

La primera hora.




Teje la luz de la mañana
con estambres de rocío
una telaraña.

Atrapa noctámbulos que
regresan a su guarida
a digerir la noche.

Sostiene mundos errantes
que mantienen la esperanza
de sobrevivir.

Trenza la madrugada
luminiscencias y susurros
que me entrampan
que me sostienen
que me digieren
y me lanzan a seguir.

2 comentarios:

Hernán Schillagi dijo...

Marisa: qué bueno que has vuelto y con el vehículo de la poesía. ¿Qué nos ha pasado que yo ando escribiendo novelitas y vos poemas? Ja.

Tu poema viene a ser un testimonio de lo que nos pasa a los que nos gusta escribir: colgarnos con algo bellísimo de la vida cotidiana. Un rayo de luz, una forma rara de una nube, el color de unas hojas de cierto árbol a tal hora del día...

Una duda de tipeo: en el cuarto verso no sería "noctámbulos?

No me gusta cómo suena esa rima quizá involuntaria "mundos vagabundos". No le veo el juego sonoro.

Está interesante en la última estrofa cuando la métáfora de la telaraña se concreta en la madrugada para poder hacerle frente al día. Ojalá me encuentre con este poema alguna mañana temprano.

Un abrazo

Marisa Perez Alonso dijo...

Querido Hernán: Esto funciona como un taller, me fascina. Es verdad el errro de tipeo, que ya arreglo. Pero lo de mundos vagabundos no sé cómo cambiarlo... al menos por ahora. Sigo masticando...
¡Si supieras las veces que tacho, releo, reescribo y se filtran igual! Desgraciadamente no le encuentro la vuelta, pero solamente al publicarlos alguien me desburra.