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miércoles, 19 de octubre de 2016

Entre el cielo y la tierra

Fotografía Guillermo Carrió
Entre el cielo y la tierra

Hay un lugar en el mundo
que me habita de pies a cabeza.
Un lugar de luz tenue y dramáticas aristas,
que me ensancha el corazón.
Hay una hora entre el cielo y la tierra
en que el futuro se anuda con el presente.
Una hora de completa entrega
a la contemplación que crece y se bifurca.
Hay un lugar entre montañas
como un laberinto de viento y voces,
que transita el destino y el tiempo,
que retrasa la muerte
y la marcha.

Miel de Luna

Fotografía de Guillermo Carrió


 Miel de luna

Saliste mujer, luna de conquista,

a colonizar tu vida perfumada de dulzor.
Vestida de frescura en la tarde,
tentadora de calor y de amor.
Saliste exudando la luz indecente
del deseo, del barro, donde 
el universo se condensa y se expande.
Saliste mujer, luna amante,
Resuelta en felicidad llena,
desvanecida en soledad menguante.
Clavaste tus raíces en el medio del pecho
y del cielo.
Allí, donde el son de tu cadera,
hechizó el aire de candombe y murga.
Aquí, donde el recuerdo de tu ternura
es la isla, el refugio, después de la batalla.

viernes, 17 de junio de 2016

El prodigio

Dedicado a mi papá.





            El alfarero prepara el barro como un demiurgo. Mezcla el agua y la arcilla,  florece en barro. Amasa la mixtura. Blanquea la mente. Se concentra en lo incierto, en el misterio creativo. Muta el cosmos entre sus manos. Lo habita.
            Argamasa de paciencia, medida y esencia. Une el barro todo y gesta las pellas como pequeños planetas. Prodigio del corazón del artesano.
La pella es lisa, suave a caricias. Es un huevo, una promesa. Es toda la potencialidad del universo, es una muestra de humanidad.
            Con un golpe seco y preciso, el alfarero planta la amalgama en el centro del plato. Se fija ahí, le crecen raíces. Y empieza la danza: el torno gira como el eje de una galaxia. Gira chúcaro, gira, gira, gira.
            El alfarero sumerge su mano en agua y salpica la pella sedienta.  Sepulta la mano en el centro, buscando el corazón. Lo enciende. Lo seduce y el barro cede.
            Una mano ahueca, la otra sostiene el portento. Una libera, la otra contiene. Una agranda, la otra acaricia.
            Más agua, gotas que germinan en la arcilla. Crece la magia, descubre la forma del útero. Y el agujero es recipiente, es la posibilidad recién nacida. El alfarero se hace también esa vasija.
            El hombre lentifica el plato, lo detiene, cesa la danza. Un segundo quieto como un suspiro. El hombre habita la historia. Corta la unión del barro al plato, es un recién parido. Nace el ánfora, nace el alfahar.

            Toma entre sus manos recién anidadas el cántaro y lo coloca en un lugar umbrío. Allí comenzarán los dos a endurecerse y criar la vida. Luego, los besos del fuego le darán una nueva vida.