Juan de este mundo es mi nuevo y querido libro. Ilustrado por Sebastián Dufour de una manera dulcísima. El tiempo que me llevó escribirlo fue un tiempo absolutamente dichoso y espero sea igualmente encantador el tiempo que ustedes pasen leyéndolo.
Aquí reproduzco algunos párrafos del principio ... para ir entrando en tema.
Juan
el corto
Del puerto de Finisterre llegó un barco enorme.
Desde el edificio de la Aduana,
que era el más alto del caserío, se veían tres pisos de gente asomando los
brazos para saludar. Parecía un gran
pastel relleno de personas o un hormiguero.
Entre la multitud viajaba un hombre delgado y
pequeño, que si no fuera porque tenía una barba de meses que le rozaba el
pecho, se hubiera dicho que era un niño.
El peregrino no tenía más equipaje que una valija
marrón, del mismo marrón que fueron sus pantalones antes de desteñirse con el
tiempo, y del mismo marrón que su saco prendido con dos botones minúsculos. Y
también sus zapatos, cuando no estaban cubiertos de polvo, eran marrones. Su
sombrero, su barba y su pelo, del mismo tono terroso.
El viajero era muy callado. Todos en el barco lo
conocieron como Juan; aunque su apellido
era Alonso, nadie le decía “señor Alonso”, ni siquiera “señor”.
También le decían “el corto”, porque era tímido y
cuando todos se callaban para escucharlo y quedaba hablando solo, se le ponía
la cara muy, muy roja.
Al hombre le gustaba que lo llamaran Juan el corto, como si fuera el
personaje de una historia de piratas, igual a aquellas que le contaba su padre
antes de que comenzara la guerra y lo borrara de su vida.
El edificio de la Aduana tenía mostradores donde los recién
llegados se formaban en filas sinuosas como gusanos. Juan se colocó en la
primera fila de tierra firme...