Foto: Daniel Magallanes
Cuando el viaje es un descubrimiento y un agasajo, el viaje te hace subir y planear por el aire colgada de la última ráfaga de viento. El motivo fue recibir un premio por la felicidad de crear historias.
Cuando el viaje es a una ciudad antigua, te rondan las historias pretéritas, borrosas, contradictorias y enigmáticas. Cuando el viaje es también un encuentro con otros que te ayudan a crecer, volver es dificultoso y revelador.
Poner los pies sobre la tierra, oler a lluvia, estar a la altura de los ojos de las personas sirve para pensar sobre lo que te cambió el viaje. Porque es una peregrinación por otras personas y por otros espacios que te revelan interiormente verdades colosales. Los eventos en la Feria del libro y en la Editorial Comunicarte estaban llenos de calidez, de detalles amorosos.
Las personas que te dejan mirar en el fondo de sus ojos y conocer la materia de la que están hechos. Personas valientes. Otras que en la sonrisa te regalan cascabeles para tu noche te enseñan a crecer. Te mantinen en ruta. Te educan.
La piel descubre lugares que te revelan lo sagrado y en consecuencia tu trayecto privado , irrepetible se bifurca en una serie de versiones temporales que se preguntan por esos otros tiempos y esas otras vidas que figuran en las placas o monumentos.
La vuelta del camino provoca el suspenso y el relato. Provoca la versión de la experiencia. provoca otro reemplazo, el que hacen las palabras. Y la escritora llena sus relatos de anécdotas, de gestos, de ojos asombrados, de suspiros, de réplicas de los mapas, de vibraciones en anécdotas extrañas o jocosas. Los motivos del viaje no son ajenos, fue un viaje elegido y proporcionó el escenario para el cambio interior. Y ahora las imágenes la hacen sonreir. Las palabras la transportan al espacio de la construcción de un texto que perdurará como los monumentos.
Y ya no hay mapa que registre las paradas, las retrospecciones, los ascensos y los develamientos. Sólo una lista de vocablos con significados diversos, unos anteojos llenos de miradas absortas, y la piel inaugurada a nuevas sensaciones.
Ahora, el lugar que habito parece un país extranjero. He cambiado, ha cambiado. Soy feliz en el cambio y reconozco los beneficios de los otros peregrinos en mí. Como una multitud de mundos privados y en permanente viaje que nos llevamos unos a otros, unos encima de otros, unos después de otros, como individuos y como especie, a través de los tiempos y los gestos.
¡GRACIAS!
7 comentarios:
Marisa, me encanta leerte, todas esas experiencias y sensaciones relatadas de manera sorprendente... buenísimo, me alegra mucho saber lo provechoso e inspirador que fue este viaje, este compartir momentos tan emotivos y gratificantes.
Un abrazo
Marisa: qué alegría saberte de regreso, pero no de vuelta; ya que regresar supone querer seguir aprendiendo (y aprehendiendo).
Te felicito nuevamente y me dieron unas ganas terribles de volver a Córdoba ya que hace unos 2 años y medio (fui a ver Soda Stereo) estuve fugazmente y me pareció una ciudad caóticamente hermosa y desconcertante.
Laura, Gracias por tu comentario. Es bueno cambiar y a la vez ser la misma y compartirlo con ustedes, mis amigos.
Otro abrazo para vos.
Hola Hernán!!! Sí, he regresado. Creo que todavía ese retorno está tocando este presente. Un viaje supone aprendizajes, elecciones y sucedieron.
Y Córdoba es genial!!!
Has cumplido con una de las funciones que el viaje ha tenido para los hombres de todas las épocas: el aprendizaje. Entonces, está muy bien que haya regresado. Ahora, Marisa, es ud una especie de Odiseo de Cavafis.
Sí Sergio soy un Odiseo de Cavafis y tuve el placer de viajar con mi amor (¿Será mi Penélopo, Daniel?) Y siento que llegar con otros ojos, hasta mi querida tierra me hace ver y verme mejor.
Hola Mari!!!!
Estoy por encarar el libro que me regalaste con tus cuentos!!! Apenas lo termine, te cuento!
Aprovecharé el fin de largo!
Besos míos y de Paula!
Fernando
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