Los suplentes.
Ese
sábado era la final del campeonato de fútbol en las canchas del sindicato. Se
enfrentaban los empleados del poder judicial contra los profesionales. Un
partido de gran final. En el equipo de los profesionales, un fiscal, era el
capitán. Se había ganado este puesto gracias a su espíritu aguerrido. Él se encargó de pasar a buscar a los
árbitros para que no hubiera ningún retraso, la puntualidad era un requisito
ineludible para empezar el partido
Ese
sábado, el fiscal se levantó antes de
que sonara la alarma del reloj, y con la
firme convicción de la victoria. El
equipo con el que contaba este año era el mejor de los últimos tiempos. En el
arco, un abogado penalista parecía que tenía alas para volar, dos jóvenes peritos
volvían la defensa un verdadero muro, dos abogados con más mañas que juventud en el
medio campo y él que era el delantero y director técnico.
Ese
sábado el sol brillaba como invitando a la gran final. Nada de viento. Los jugadores fueron llegando muy temprano y
hasta el asador se puso a armar el fuego con antelación. Pero los dos peritos tardaban y no respondían sus celulares. Sin los
defensores, el equipo de los empleados los despojaría del título.
Mientras
hacían el precalentamiento, el fiscal presumió lo peor. Y comenzó a purgar con
la mirada entre los curiosos de los costados. Llamó a dos muchachos que se
habían acercado trotando y que se tiraron sobre el pasto para ver la contienda.
Les ofreció la suplencia y los dos aceptaron inmediatamente. Las instrucciones
fueron: “Este partido es a matar o morir. ¿Entendido?” Los empleados no
presentaron objeciones.
Ese
sábado, el partido fue tremendo. Los
codazos y las patadas daban cuenta de la importancia de ese título. Los dos
defensores nuevos desentonaban del resto por su falta de espíritu, más bien parecían de paseo ya que observaban
mucho y corrían poco. El fiscal hizo un gol muy discutido como posición
adelantada y, como era de esperar, el primer golpe le fue a dar a la nariz y lo
dejó inconsciente.
El
resto de los jugadores, incitados por la
adrenalina, decidieron que los mirones
se ocuparan del fiscal, saliera un jugador del equipo de los empleados y así prosiguiera el partido. Y como era de
esperar, sin el general ni el muro, los
profesionales poco pudieron hacer. El equipo de los empleados hizo tres goles y
obtuvo la deseada victoria.
El
fiscal volvió en sí para presenciar los festejos del equipo de empleados que
por primera vez en años lograba el título. Y los dos suplentes, aunque habían entrado a trabajar en
conserjería apenas el miércoles pasado, también festejaron el triunfo.
2 comentarios:
Entretenida historia y buenísimo el juego de palabras fitbolístico-judicial. Un golazo ;-)
¡Gracias Hernán!
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