"Abuela cuenta cuentos" de Chiara Raineri
Al don, al don,
al don pirulero
Cada
cual, cada cual atiende su juego
Y
el que no, y el que no
Una
prenda dará…
¿Se
acuerdan de este juego? ¿Alguien se
preguntó si Aldón era un nombre o Pirulero un apellido? Nadie, porque en el momento de jugar, un niño no cuestiona las definiciones, juega.
De igual forma cuando un niño juega a que lee, no juega,
lee.
La
Alfabetización y la literatura atienden cada una su juego y su forma mágica de
crear enlaces creativos, de desarrollar
estrategias de pensamiento, de representar lo imposible. Pero son los mediadores, esos “casamenteros entre el texto y el
lector” como los denominó Graciela
Montes, los que se responsabilicen de
que una no esté al servicio de la otra,
ni se olvide alguna para sobrevalorar a la otra.
La
lectura en voz alta será el puente entre las dos. Será el puente entre los márgenes.
Todos
los elementos de una buena experiencia con la lectura ayudan a llamar la
atención sobre ella. Y todos los efectos
de una buena lectura en voz alta promueven el gusto por la literatura.
Las
modulaciones con la voz, los
gestos, las miradas, los silencios. Todas las bondades de las lecturas hechas con
entrega, con intención, con pasión despiertan el deseo de leer
individualmente. De no depender de otros
para que florezca el placer, los mundos
imaginados, las aventuras
escandalosas.
Una
buena lectura en voz alta remarca los conceptos importantes dándole profundidad
a la palabra, quitándole la cáscara
institucional o meramente explicativa.
La palabra poética da poder y pronunciada en voz alta, es un conjuro al placer y al entender. Pero
la palabra escrita, olvidada en su
soledad de biblioteca, no sirve. Es el mediador el que le presta la carne a la magia, le insufla el aire a las aventuras, le enseña al que escucha caminos nuevos de
entendimiento.
La
lectura en voz alta tiene requisitos: debe ser paciente, para que cuaje; seductora, para que atraiga; estimulante,
para que incite a la independencia lectora; sorprendente,
por definición y divertida, para que invite a la repetición.
Los
niños sienten en la piel la dedicación del adulto que les lee, quieren aprender a leer para imitarlo. Si no se les lee con la voz firme, con la mirada inteligente, con la paciencia amorosa del alfarero, se dan cuenta y huyen de la literatura. Cuando
ellos juegan a que leen, no juegan, ya
leen. Leen las formas de tomar el
libro, la parsimonia del correr de las
páginas, la sorpresa de las
ilustraciones, imitan la magia y el
poder.
La
lectura en voz alta será el puente entre la verdad y la memoria. Será el puente entre los márgenes de la
realidad.
También
el lugar debe ser especial. UN LUGAR
ESPECIAL, PARA UNA ACTIVIDAD
ESPECIAL. No puede ser un lugar donde
ocurren otras cosas, debe ser un lugar
físico que permita la realización del mundo interior. Un lugar prodigioso donde sea permitido y propiciado
el juicio crítico y la creatividad.
"El cuento de hadas" de Kertesz
Los
niños deben contar con un lugar garantizado para su lectura individual y sin
cuestionarios para contestar. Un momento
donde se puede desarrollar la habilidad de leer. Y sin embargo, los padres consideran que los niños deben
leer en las escuelas, y algunos docentes
creen que lo harán en sus casas. La
lectura es un bien cultural como cualquier otro y debe desarrollarse y
enseñarse dentro de las escuelas como parte de un patrimonio común.
También
quiero señalar que existen prejuicios con respecto a los niños, muchos.
El primero con respecto al vocabulario.
Que los niños no pueden sumarse a un texto con palabras difíciles, que los textos con muchos diminutivos son
mejor entendidos, que los niños que provienen
de sector sociales de menores recursos no podrán desarrollar jamás un código
más elaborado. Que algunos niños ya son
de los márgenes, y para ellos no es
necesario aprender a leer literatura. Creo
que son errores en los que nos cuesta pensar,
pero que al verbalizarlos en voz alta comenzamos a erradicar por
absurdos.
Un
buen cuento debería ser la mejor recompensa por un día arduo de trabajo, pero no un cuento con intenciones
didactistas, sino el simple agasajo de
una historia sorprendente. La atención
de unos minutos dedicados a la palabra artística como regalo.
El
gran cambio que sienten los niños cuando empiezan a leer solos, es que ya no pueden entender todo por sí
solos, menos si hablamos de palabras
aisladas o de letras sueltas. Necesitan
partir de un todo en el que cada parte ilumine el sentido del resto. En el que un adulto ayude como puente o
mediador cultural.
Desde que nace, el niño está rodeado de lenguaje, envuelto en múltiples capas de palabras
evocadoras y sugerentes. Esas palabras
estacionadas en la boca luego vuelan y van a posarse en los objetos para
nombrarlos, para señalar su
pertenencia y para seguir hablando a través del tiempo. Uno de esos objetos sagrados portadores de
historias, de palabras, de recuerdos y sensaciones son los
libros. Dejemos que los niños en la
escuela tengan la oportunidad de poseer la magia de la literatura y sembremos
el deseo de la independencia en la palabra.
Leído en el Segundo Congreso Provincial de
Alfabetización. “Diversos caminos para un mismo aprendizaje.” Organizado por la
Dirección General de Escuelas y la Municipalidad de Lavalle. Mendoza. Noviembre de
2012
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